El Museo de Arte Colonial, antigua Casa Bayona
Por Luís Suárez, estudiante de periodismo (primer párrafo por Danilo Renzi).
Cuando el Edificio es parte del Museo
El Museo de Arte Colonial, tal que el nombre lo sugiere, pretende exponer las expresiones artísticas, culturales y decorativas de la época colonial en Cuba. Pese a esto, la institución es única no tanto por lo que expone, sino por sí sola y la atmósfera que la rodea. Aparte la increíble palma en su patio interior, que le proporciona un aspecto singular en el medio de la Plaza de la Catedral. Se encuentra justo al frente de La Catedral de La Habana y en el mismo cuadro es posible ver las mesas del restaurante El Patio.
El inmueble número 61 de la calle San Ignacio, entre Empedrado y O'Reilly del municipio La Habana Vieja, donde actualmente se encuentra el Museo de Arte Colonial, existe físicamente desde 1720 y es conocido también como la Mansión del Conde de Casa Bayona.
Desde su construcción en el siglo XVIII, el edificio tuvo varios usos hasta el 1969, año en que fue inaugurado como el Museo que conocemos hoy.
Más allá de las valiosas colecciones de arte colonial que exhibe, los valores museográficos se expresan de igual forma en las paredes que se imponen al tiempo y en los diseños de sus techos de alfarjes.
En medio de la urbanidad de esa zona declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, son visibles dos palmas reales que han afincado sus raíces en el interior de la casa, en el famoso patio-jardín a cielo abierto delimitado por cuatro pasillos.
Si bien dos ejemplares del árbol nacional de Cuba (la palma) distinguen de manera especial la edificación, también lo hacen sus dos pisos, al unirse discretamente sin dejar ver en la pared de la fachada los entrepisos.
Antes de ser Museo...
Como habíamos dicho, la antigua vivienda transformada en Museo de Arte Colonial fue construida en 1720. La orden para la construcción provino del Teniente Coronel Don Luís Chacón, quien había sido entre 1702 y 1713, en dos periodos diferentes, Capitán General y Gobernador de Cuba. Sin embargo, fue a partir de 1726 que Luís Chacón comenzó a disfrutar de la esbelta residencia.
El popular nombre de casa o mansión del Conde de Casa Bayona con el que se identificaría al lugar tiempo después, se debe a la unión matrimonial entre la hija de Luís Chacón y José de Bayona y Chacón Fernández de Córdova y Castellón, la primera persona a la que le fue conferida el título nobiliario de Conde en el periodo 1721-1759. Como es de suponer la pareja vivió allí con la seguridad de ser una familia muy reconocida gracias a tan prestigioso título.
Es sabido que el portal, para el que se obtuvo licencia en 1754, nunca llegó a construirse y que durante el siglo XIX y principios del XX fue sede de importantes organismos. Dígase el Real Colegio de Escribanos de La Habana y el periódico La Discusión, primer rotativo cubano que circuló también los domingos en 1879.
También con el paso de los años la residencia fue sometida a varias acciones constructivas. Por ejemplo, el patio que está en el centro y algunos de los pasillos y respectivas habitaciones, fueron construidos en la segunda mitad del siglo XIX.
En 1931 se implementaron más reformas, las que fueron sucedidas por otras menos significativas, hasta que la mansión-vivienda-oficina entró finalmente en un proceso de restauración capital que concluyó en 1969 con la inauguración allí del Museo de Arte Colonial.
El Arte Colonial a Buen Resguardo
El 30 de junio de 1969 el Museo de Arte Colonial abrió sus puertas al público por primera vez, con las misiones de resguardar el importante monumento histórico-arquitectónico que es en sí mismo y preservar el patrimonio del pasado colonial de La Habana.
De las trece salas de exposiciones que posee, doce son permanentes, y una es transitoria, o sea, acoge exposiciones por un tiempo determinado, respondiendo por lo general a los temas que aborda el museo.
Las artes plásticas, decorativas y aplicadas, conforman la línea central de sus colecciones. En vitrales, mobiliario, vajillas y muchos otros elementos, se refleja la vida acomodada de la aristocracia habanera de los siglos XVIII y XIX.
Divididas por secciones temáticas las colecciones se distribuyen entre los dos pisos del inmueble. En el primero podemos encontrar la Sala de exposiciones transitorias, la Sala de elementos de arquitectura y la Sala de cocheras. Mientras confluyen en la segunda planta el Recibidor, tres Salas dedicas al mobiliario, el Salón principal, el Gabinete, el Comedor, la Sala de Vitrales, la Cocina y el Dormitorio.
Las piezas que conforman la muestra de la Sala de cocheras están hechas con un esmerado trabajo artesanal a base de metales y cueros, y abordan especialmente la temática del transporte en la colonia. En esta sala sobresale un fino quitrín (antiguo coche de condución animal), medio de transporte que significó en su momento un gran aporte al desarrollo social, y el atuendo habitual de los caleseros (conductores de quitrín).
La Sala de elementos de arquitectura instruye al visitante sobre las características que definen la arquitectura de la época colonial, y muestra ejemplos de interesantes diseños aplicados a las rejas conocidas como guardavecinos. Asimismo, atesora bocallaves, pomos de puertas, aldabas, clavos, llaves y candados de los siglos XVIII y XIX.
Curiosamente se conservan del siglo XIX la bocallave que perteneció a la puerta mayor de la iglesia Catedral de La Habana y una escultura llamada Aldeana, de la que no se conoce el autor.
En el segundo piso está presente el Recibidor, una especie de sala de espera donde el visitante permanecía en lo que los dueños de la casa se preparaban para el encuentro. El espacio estaba preparado para dos personas, si tenemos en cuenta que existen allí dos sillones con una mesita de centro. Otros elementos recrean el espacio como porcelanas decorativas procedentes de Italia, Francia y Alemania.
Se encuentran presentes también las tres Salas dedicadas al mobiliario, donde permanecen muebles que demuestran el constante desarrollo de la ebanistería cubana en diferentes etapas. Algunos consideran estas salas como si fueran una sola, ya que tratan del mismo tema, sin embargo las salas son divididas según el siglo de pertenencia de los muebles o según si son auténticamente cubanos (y no importados desde el exterior).
El taburete, asiento que identifica a los campesinos cubanos, pertenece a ese último grupo. Enriquecen las muestras otros muebles como los de mimbre y los de esbozo americano.
Los antecedentes y evolución del mueble y la vidriería en Cuba constituyen temas en los que se especializa este museo, que recrea también un ambiente en correspondencia con las maneras de vivir de la sociedad colonial.
El Salón principal es una muestra del esmero que se ha puesto en la recreación del espacio al estilo de los salones típicos de las viviendas cubanas de aquellos tiempos. Un piano inglés va a ser el mayor atractivo del Gabinete, ese espacio de las casas coloniales donde las familias recibían a las visitas de confianza.
Al llegar al Comedor, pareciera que el siglo XIX permanece aún dentro del mismo. Una larga mesa sostiene la cristalería europea, mientras una vitrina a la que fue aplicada en la madera un esmerado trabajo escultórico, resguarda manteles finamente bordados, y platos antiquísimos, semejantes a los que adornan también las paredes.
Es precisamente en el Comedor donde se concentra la mayor parte de las vajillas, portadoras de diseños muy finos que demuestran la ostentación que caracterizaba a la alta clase social seguidora de las modas europeas. La mayoría de estas lozas tienen grabada las inscripciones de los fabricantes, por lo que podemos decir con certeza que hay ejemplares producidos por la fábrica española de cerámica Sargadelos, la corporación inglesa Royal Doulton, y otras como Royal Limoges y la empresa de cerámica la Cartuja de Sevilla-Pickman S.A.
Es conocido además, que entre las familias que vivieron en Cuba a la par de todo ese refinamiento, se encuentran el marquesado de la Real-Proclamación y la Real-Compañía, así como los condados de Pedroso y Garro, Sagunto, y San Ignacio. Muchas de las pertenencias de estos linajes se conservan en el museo.
Hermosos vitrales, adaptados a los más distintos diseños, son apreciables en la Sala dedicada a este tema. Llaman la atención también las palabras del escritor Alejo Carpentier que custodian la sala, al tiempo que esbozan la funcionalidad de los vitrales y la estrecha relación de estos con el sol.
La cocina es muy pequeña, precisamente porque no es la original, sin embargo, todos los objetos relacionado con ella pertenecen al pasado colonial. Se dice que la cocina original estuvo en la planta baja.
En la sala El Dormitorio aún se encuentra todo el mobiliario que perteneción al Conde de San Juan de Jaruco. Existen allí un rincón preparado para las oraciones, así como otros elementos de carácter religioso y prendas usadas por mujeres de aquella época.
El Museo de Arte Colonial, una visita obligada
Cumpliendo también con el objetivo de aportar nuevos conocimientos sobre la cultura de la nación, el Museo desarrolla un programa de visitas dirigidas, instructivos cursos, seminarios con especialistas y otras actividades culturales.
Subordinado a la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, abre sus puertas al público de martes a domingo, desde las 9:30 de la mañana hasta las 5:00 de la tarde.
La visita es de rigor si queremos realmente conocer el corazón de La Habana y empezar un interesante viaje lo largo de los siglos XVIII y XIX, para así estar informados acerca de las costumbres y los modos de vida que dominaron la época colonial en Cuba.